Abril 13, 2022

Cinco rutas para perderte con tu Honda esta Semana Santa (ojo, quizá no quieras volver)

Mundo Honda

Se acerca la Semana Santa, unas fechas idóneas para el turismo de proximidad. Mientras leías esto, se te ha encendido una bombilla y has esbozado una sonrisa. Reconócelo. Porque esto significa, por ejemplo, que puedes sentarte al volante de tu Honda y dirigirte hacia cualquier parte de la península. Viajar por carretera es un placer que hay que saborear siempre que se tiene ocasión. Te otorga una libertad de la que carece cualquier otro medio de transporte. En tu coche, tú mandas. Bueno, tú y tus acompañantes. Pero podéis parar donde y cuando queráis, tomaros vuestro tiempo. La ruta se convierte en algo tan importante como el destino o casi más. Por eso te sugerimos algunas que, tenlo por seguro, no te defraudarán.

Mediterráneamente

Si lo que te gusta es tener el azul del mar a la vista y tararear a Serrat mientras conduces, esta es tu ruta: 111 kilómetros de Blanes a Portbou y una carretera paisajística flanqueada por los característicos pinos mediterráneos con sus formas caprichosas. Te encantarán los acantilados a los que se asoma Blanes, el castillo y la muralla de Tossa de Mar sobre la misma arena de la playa, Calella con sus botes de pescadores descansando junto a la orilla, la coqueta Begur, la belleza medieval de Pals, las ruinas grecorromanas de Empuriabrava y el deslumbrante Cadaqués de Dalí junto al cabo de Creus. La guinda del pastel: las islas Medes, frente a Estartit, un “must” para los amantes del buceo.

De Bilbao a San Sebastián pasando por Rocadragón

Recorrer Euskadi es mucho más que ir de pintxos y txacolín, que también. Desde el Guggenheim y la ría de Bilbao hasta la aristocrática Biarritz pasando por la colorida Bermeo y el paraíso surfista de Mundaka, la costa del País Vasco es, como poco, espectacular. Querrás adentrarte por el mágico puente de piedra y los 241 escalones que trepan de manera tortuosa hasta la ermita de San Juan de Gaztelugatxe. Un lugar que, como la playa de Itzurun, en Zumaia, con sus fantásticas formaciones rocosas, hizo célebre la serie “Juego de Tronos” al escogerlos como el emplazamiento de Rocadragón. Te cautivarán las vistas de San Sebastián desde el Monte Igueldo, el casco histórico de Hondarribia y la playa de Zarautz con su oleaje indómito.

La mejor forma de afrontar tu ruta es con el nuevo HR-V. Descúbrelo.

¡Viva el vino!

Si lo tuyo son los viñedos, las bodegas y las catas, pon rumbo a una de las regiones vitivinícolas por excelencia: la Rioja Alavesa. Aquí no practicar el enoturismo es un pecado. Y si no lo has hecho nunca, no hay mejor lugar donde empezar. Las bodegas y pagos te descubrirán los secretos de la elaboración del vino, podrás degustar exquisitos caldos y maridarlos con platos exquisitos, ya que la gastronomía es otro de los atractivos de esta zona. Te embriagarás con el vino, pero también con los paisajes: verdes viñedos que se extienden más allá de donde alcanza la vista guardados por olivos centenarios, dólmenes y otros restos prehistóricos; aquí y allá, cultivos frutales, casas solariegas y fascinantes pueblos medievales. Y entre todo esto, una joya del patrimonio histórico y cultural español: el monasterio de San Millán de la Cogolla, conocido por ser la “cuna del castellano”.

La ruta del fin del mundo

La Costa da Morte debe su nombre a la peligrosidad de su mar. Costa de incontables naufragios es al mismo tiempo una de las franjas litorales más hermosas del todo el norte peninsular. Sus precipicios escarpados se hunden en unas aguas a menudo furiosas. El itinerario discurre desde Malpica a Finisterre, con su laberinto de calles y su icónico faro, el lugar que los romanos consideraron el “fin de la tierra”. Un lugar único, cuyo origen se pierde en la oscuridad de los tiempos. Aquí acaba, realmente, la ruta de peregrinación más antigua y famosa del mundo: el Camino de Santiago. El trayecto atraviesa pequeñas villas marineras, faros encaramados en enclaves inverosímiles, santuarios, acantilados tallados por el viento y las olas y playas salvajes. Si a todo esto, sumamos los duendes, las meigas, la Santa Compaña y otros mitos sobrecogedores, el hechizo es total.

Blanco que te quiero blanco

Entre Cádiz y Málaga, hay 19 pueblos donde el blanco es más blanco que en ningún sitio. La cal es lo que otorga a estos pueblos su cualidad deslumbrante. Así se busca repeler el sofocante calor del verano y refrescar el interior de estas casas típicas, en las que destacan sus ventanas y balcones adornados con flores. Un contraste que se intensifica con el azul del cielo y el verde de la vegetación que recubre las montañas a su alrededor. Existen dos posibilidades: la ruta norte y la sur, aunque ambas arrancan en Arcos de la Frontera, imperdible, y discurren por la Sierra de Cádiz. Y desde aquí, ya solo queda aventurarse hacia Setenil, inteligentemente encajonado entre rocas, Zahara de la Sierra, dominada por su castillo árabe, la verde y frondosa Grazalema con sus tejados rojos y Ronda, maravilla en equilibrio que domina el paisaje montañoso desde su privilegiada atalaya. No podrás cerrar la boca en todo el viaje.